martes, 9 de diciembre de 2008

¿Qué hay detrás de todo que hace que pueda seguir adelante? ¿Es acaso lo mismo que me cubre con una capa de felicidad? O no... eso será distinto... ¿Por qué esa dicotomía entre lo que quiero o más bien necesito y lo que quiero para los demás y en el fondo también necesito? ¿Y por qué, por qué acaba siempre ganando lo primero? Y eso, eso lo empeora todo. Pero, demonios, en realidad yo también existo y tengo mis necesidades y puede que a veces tenga razón en demandar un poco de ayuda aunque no lo pida de la forma correcta. ¿Quién habla ahora? ¿Quién me maneja ahora? ¿Qué es yo en realidad? Porque en un lado siempre me importa ser agradable y muchas veces sé cómo hacerlo e incluso lo hago pero luego... luego me traiciono. Lo estropeo todo ¿De qué sirve entonces? ¿No debería antes decidir, en vez de hacer las dos cosas? O yo o los demás pero no un amago de los demás y luego siempre yo. Eso sólo lo estropea todo y hace que yo necesite más y que intente tener menos y luego lo vuelva a estropear y así una y otra vez. Y eso sólo conduce a la desesperación. Pero de todas formas sigue habiendo algo que me levanta y que no localizo, que me ayuda si intento aparentar otro estado. ¿Pero qué es? ¿Y por qué no me ayuda más? ¿Por qué sólo el tiempo me ayuda? ¿Por qué no me unifico y de una vez adopto una actitud que no me haga sufrir tanto? ¿Por qué no me callo? Es el egoísmo el que habla, el que grita S.O.S. y luego la moral le calla y le contiene, pero por poco tiempo. En realidad el egoísmo tampoco me ayuda porque nunca consigue lo que quiere porque no actúa libremente. El altruismo, igualmente, no funciona por las mismas razones. Se inhiben mutuamente y me fastidian. Y sí, no sé por qué pero aguanto más. Quizá al fin y al cabo sea el altruismo el que me salva en estas ocasiones, aunque sea por este camino tan doloroso.